La vida en las pantallas no se detiene, azuzada por el terror a la caducidad.
Lo que destruye a su paso son otras formas de vida.
Lo que está en juego es, ser rescatado de la exclusión, la posibilidad de convertirse en un deshecho.
Atrapados en un dilema entre los unos y los otros, nos aferramos a laúnica identidad disponible a corto plazo, acomodados en el planomaterial, famélicos a nivel espiritual.
Nos acecha el fantasma de la vulnerabilidad.
Preocupados por la supervivencia y la gratificación, marginamos la eternidad.
Autosacrificio, autodomesticación, inmolación.
Nuestro alimento es la insatisfacción del yo consigo mismo.
Nos convertimos en objetos de consumo.
Nos devoramos.
Y el exilio, según Zygmunt Bauman, es algo que crece y madura en el fuero interno del exiliado, que le transforma y acaba convirtiéndose en su destino.
Pero también es algo que, permite al mismo tiempo, penetrar más hondamente en su lógica universal, y encontrar el umbral a la libertad.
Un patrón armónico, sagrado, una semilla de luz que guía nuestra misión en la forma manifestada, que garantiza nuestra alineación con el propósito que vinimos a llevar a cabo.
Que posibilita volver a nacer, dejando atrás lo que se fue.
Nacer para SER.
Ser semilla, potencial, VIDA.
Lo olvidé, pero ahora recuerdo.
Yo vine a nacer en el corazón del invierno.
Oscuro, profundo, adentro.
En su justo espacio, en su justo tiempo.
La vida se encuentra en el centro.
Con AMOR