En este lugar, soy y me siento.
Me entrego.
Un remolino me sacude, me recorre por dentro,
una onda de vida nacida en la quietud de mi templo.
Me quedo y me recibo, humildemente.
Me doy permiso.
Me quedo, me bendigo.
Me rindo a lo que es, a eso que, inevitablemente SOY.
Risas, lágrimas, furia, dudas.
Me quedo suspendida en este espacio incierto, sin tratar de cambiarlo.
Me quedo en el justo centro.
Portal, resquicio, multidimensión, intersticio.
Me quedo y recibo la ofrenda, que en la pausa se revela.
Aliento.
Desahogo, suspiro, alivio.
Me quedo y me expando, hacia arriba y hacia abajo, delante, detrás, hacia los
lados, en horizontal.
Mi corazón late y se expande en todas las direcciones,
circuito, tejido, camino,
a través de mi sangre.
Me nutro, recibo la savia de mi fecundo abismo.
Me lleno primero de mí, para también, nutrir.
Me reconozco, soy HIJA.
Con AMOR.
Silvia Mesa García