Correr, competir, devorar…
La agitación pareciera tomar el control de nuestro cuerpo, lo que a su
vez, genera inseguridad, incomodidad pues, interiormente se siente, se
sabe, que la vida está más allá de nuestro deseo infantil de controlarla.
Lo impredecible nos acecha, amenazando cambiar nuestro soñado destino.
Sentimos su energía eléctrica, la falta de reposo, el miedo que impulsa
a acabar con la agitación, pero que nos lleva a desconectarnos del cuerpo.
Confiar, pues, o no confiar?
Es algo físico.
Lo hacemos o no y esto, se siente en cada célula del cuerpo.
Si no lo hacemos, permanecemos agitados, nerviosos, ansiosos…
Lo inesperado se vive como un trueno que reta nuestros cimientos y nuestro apego a ellos.
Nos enfocamos, agotamos toda la energía tratando de escapar de ello, lo inevitable.
Tratando de evitar la muerte, estrangulamos la vida.
Pero tras la agitación, se esconde una increíble oportunidad, la de entregar el
espíritu de la competición humana al servicio de la pura creatividad,
fortaleciendo tu expresión única personal y tu genialidad.
Ni mejor ni peor, ni más ni menos, sólo diferente.
Al seguir los dictados de tu voz interior no encuentras seguridad.
Representa un salto gigante en un camino que no ha sido previamente,
recorrido. Un camino misterioso, lleno de incógnitas, que te conduce a CASA,
dirigido por el corazón hacia el corazón mismo, hacia el desvelamiento de tu verdad, la de nadie más.
Un camino que se recorre a veces a tientas, a veces a oscuras, lleno de retos y
pruebas, sin aparente rumbo ni coordenadas, en el que te apoya, te inicia,
primero y sobre todo, la vida.
Te ocurre algo imprevisible, sin causa aparente, trascendental, que disuelve
de forma permanente tu sensación de separación.
Deja de haber elección excepto ser tu mismo.
Es como la muerte que te lleva a tu forma primigenia, que te convierte en lo
que ya eres, ahora y siempre.
Amor, flujo, vida.
Recuerdas y ayudas a recordar.
Brillas e inspiras.
Anuncias la eternidad.
Con amor.
Inspirado en las Claves Genéticas, de Richard Rudd.
Texto: Silvia Mesa garcía, Imagen: ArthouseStudio