Beber

2 de junio de 2024

Ojos contenidos, ojos como ríos, detenerse a beber.

Te miro, nos miro y en todos veo la misma sed.

Sed de experiencia, sed de sentido, sed de uno mismo.

Surcos por donde se fuga la vida.
Grietas, hendiduras, desierto.
Paisajes que nadie nos ha enseñado a habitar.

Ojos, sed, beber.
Agua -SER- agua que alivia la sed.
Ojos de agua, sed de agua, la VOZ del AGUA que clama.

Hay dolor, si.
Está en ti y en mí.
Hijos de la guerra, de la miseria, de la vergüenza.
Hijos de la culpa, del esfuerzo, del juicio.
Hijos del desamor, de las circunstancias, del deseo no consentido.

Partos intervenidos, programados, alienados por un sistema violento que
reseca y marchita.
Expectativas, necesidades, planes, de otros.

Hay dolor, sí.
Pero también hay un camino de regreso a uno mismo.
Un camino donde alumbrar el recuerdo de quien eres, donde darte a
luz, donde volver -a nacer- a la vida, de nuevo.

Hay un fuego inalterable y eterno donde se crea, y recrea, la vida en su
danza gozosa con el agua.
Y hay que beber de esas aguas.

Hay que adentrarse, atravesar el surco y descender
profundo, al fondo del pozo. Escuchar su voz, la voz del agua que
anhela ser encontrada, mirar en sus ojos, liberarla.
Dejar que cuente su historia, escucharla, honrarla.
Canalizarla hacia el corazón y permitir que su sabiduría sea el sistema
hidráulico que bombee su despliegue y extensión, el camino de retorno
a la vida, fluctuante y libre, rítmica, orgánica, natural, que vuelve el
agua transparente.

El fuego del corazón en contacto con el agua profunda de nuestra tierra
desierta, evapora y libera una tercera fuerza, trascendente, una nueva
criatura animada por el ESPÍRITU.

Sí, hay dolor, y también hay ESPERANZA.

 

Con AMOR

Texto: Silvia Mesa García, Imagen; Miguel Ángel Yusta Sanz

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